Después de una semana complicada por la falta de resultados, Chicago jugó los mejores 20 minutos del torneo hasta que se desinfló y le dejó servida la victoria a un Central que continúa invicto.
Foto: Goal.com |
Tarde de viernes en Mataderos. Las idas y venidas en el armado del equipo hacían prever un cimbronazo que, en una de esas, acomodara las cosas y si bien la parada era complicada, nos ilusionamos con poder cantar victoria por primera vez en el campeonato, ese que tanto deseamos y que tanto estamos padeciendo.
Cinco cambios del miércoles al jueves, que juegan los pibes, que es momento de una nueva -¿la última?- oportunidad para los Defederico y los Lentini. Finalmente, primó la segunda opción y la pelota rodó para poner las cosas en el lugar que a ella se le antoja.
Ante este escenario, Chicago recibió a la revelación del torneo, el completísimo Central de Coudet, un equipo joven, vital y desfachatado que sabe a qué juega y trata de imponerlo en cada cancha, aunque los últimos resultados no lo acompañaran por completo. Invicto, ganador y veloz, frente a un abatido, predecible y lento verdinegro.
Sin embargo, lo que se vio en los primeros veinte minutos sorprendió a propios y extraños. La vuelta de De La Fuente hizo que la pelota se manejara con más criterio para que el Verde acorrale al Canalla. Una sucesión de corners a favor que fueron desaprovechados uno a uno hasta que el local se pinchó.
Ahí, se vivió un dejavú con respecto a lo sucedido con San Lorenzo: el visitante se acomodó, manejó la bola y los tiempos y sobre el cierre de la primera parte facturó con su goleador Rubén, para abrir el marcador y cerrar la historia.
El segundo tiempo estuvo de más. Todo el trámite fue del conjunto rosarino que fue paciente para liquidar la historia. En las tribunas se vivió el clima de derrota consumada y el aliento fue lo único a destacar.
Alrededor, la confusión que se evidenció con los cambios del DT aparecía por todos lados. Nania insultándose con la platea. Discusiones subidas de tono en la popular. Un episodio confuso con la delegación visitante y séptima derrota en el certamen, la segunda de manera consecutiva.
Para peor, el técnico renunció un día después de la derrota y ante la imposibilidad de conseguir un reemplazante, volvió a hacerse cargo del equipo para dirigir el sábado ante Olimpo en Bahía.
Todo parece perdido y la sensación es profunda. Pero como pasa siempre, hay una vida más y a Chicago no hay que darlo nunca por muerto.
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