Chicago, descendido desde antes de comenzar el partido, volvió a perder en el Interior, dejando esa imagen deslucida e impotente que lo llevó a perder la categoría a menos de un año del ascenso.

El encuentro frente a Independiente Rivadavia terminara siendo una anécdota, un número más para la estadística. La concreción del primer gol del equipo mendocino deja a las claras el resultado de este campeonato: centro atrás, impericia del arquero para embolsar un tiro que llevaba poco peligro, pasividad de la defensa, gol del rival.
Ese resumen, ese instante, esa síntesis, actúa de corolario para una de las campañas más paupérrimas del conjunto de Mataderos. La tabla también habla por sí sola: últimos en casi todo el campeonato, 20 partidos perdidos sobre 34 jugados, apenas 3 victorias como local (las mismas que de visitante). Efectividad del 25%, 32 goles a favor (0,94 por partido) contra 51 en contra (1,5 por partido).
La cosa empeora si se tiene en cuenta que Chicago contó con 4 entrenadores en esta
Del otro lado del mostrador quedarán la inexperiencia de los dirigentes, a los cuales les alcanzó para maniobrar en la tercera categoría, pero a los que el Nacional B devoró vivos; los refuerzos irrelevantes; la falta de compromiso; la mezquindad de algunos jugadores y las situaciones confusas sin explicar.
En el medio, el hincha, que fue señalado de facto, al cual se le impidió ir de visitante como a ningún otro equipo de este torneo, el cual llenó cuanta cancha pudo e hizo lo imposible para sostener ese "nunca jugarás en silencio".
El decreto final es volver a esa categoría maldita, esa que padecimos durante 4 años, la cual padeceremos, al menos, un año más. La suerte en contra pudo ser un factor relevante en algún encuentro, pero deslindar responsabilidad ahí es una nimiedad. Por lo pronto, quedan cuatro encuentros, en los cuales deberá hacerse hasta lo imposible para maquillar a este conjunto sin alma, sumiso, pobre.
La primera parada es en Mataderos, recibiendo al clásico de turno. Las tribunas volverán a rebalsar. Los jugadores deberían jurarse, antes de salir al campo de juego, el intentar estar a la altura. Algo que no sucedió desde que Chicago ascendió en Junio del año pasado.
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