Chicago, en su mejor partido del año, tuvo a merced a un Olimpo alicaído pero, como viene sucediendo en esta temporada, cuando más lo merece es cuando menos lo logra. Otro empate triste que cierra casi todas las posibilidades de salvación.
Increíble. Si no me cree, mire el resumen que se adjunta al final de esta entrada. Por una vez, las palabras sobrarán para explicar por qué Chicago no ganó este encuentro. Llamelo gualicho, mala fortuna o como quiera. Otra vez fue empate.
Olimpo, tercero y en posición de ascenso, vino a no jugar. A llevarse un puntito que lo siga ubicando en esa colocación de privilegio. Por esta razón, le regaló la pelota al de Mataderos y ni siquiera lo intentó. Incluso de contra pudo tener su chance (y ya sabemos lo que sucede cuando al Verde lo atacan) pero no quiso.
El Verdinegro, por contraposición y por obligación, apabulló al de Bahía. Por izquierda, por derecha, por el centro. Con ideas y sin ellas. Con centros o jugadas elaboradas. No hubo caso. Si hasta tuvo tres mano a mano en los últimos cinco minutos y ni así. Por eso, la idea que se venía venir empieza a convertirse en la cruda realidad.
El conjunto dirigido por René Kloker, cumpliendo una pauperrima segunda rueda, quedó al borde del abismo y puede descender en Tucumán, quedando 6 fechas más por jugar. El destino, nuestro equipo y los rivales así lo quisieron. Solo queda pedir el último acto de rebeldía, para no caer entregados tan mansamente.
El final parece irrevocable y la hazaña de San Martín, conseguida hace menos de un año, sólo será un bonito recuerdo al termino de esta temporada.
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