Tarde de martes en Mataderos, tarde muy esperada, personalmente, desde que el Verde se bajó solo de la lucha por el campeonato. Momento en el cual arrancaba la hora de la verdad, en el sentido más estricto de la frase, ya que el que perdía se quedaba sin nada muy temprano.
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Con los huevos del equipo... |
Todo era alegría y jolgorio por intuir que, quizás, esta vez podía ser la vencida tras dos Reducidos truncos. Pero el partido tenía otros planes de arranque: un Chicago que corría detrás de la pelota, un Los Andes que atacaba pero no era punzante y rendimiento bajo en algunas piezas claves. No voy a mentir, los primeros 20 minutos presagiaban un desarrollo largo y sufrido. Hasta que llegó el momento clave. No fue un gol, como se podría suponer.
La clave del partido arrancó con una escapada de Jose Ramirez por izquierda, en la primera a fondo. El colombiano se animó, encaró, entró al área y contra la racha, volvió a enganchar para sacarse de encima la última marca. Levantó la cabeza y habilitó a Christian Gómez, que llegaba hecho una tromba para empujarla al gol. Le picó mal al crack verdinegro, que la terminó colgando en la tribuna y ahí se empezó a definir el partido.
El 10, que no había arrancado bien, se enojó y contagió a todos sus compañeros. Apenas unos minutos después, vino un corner desde la derecha, que por poco no terminó adentro. Luego de esto, llegó uno por izquierda, con buena rosca del Gomito, para que tras un despeje, durmió a todos por el segundo palo y desató el delirio de las casi 8.000 almas que poblaron la República. No lo sabíamos pero el trámite estaba sentenciado. Un gol sobre el cierre de la primera etapa, demasiado para un Milrayitas tibio.
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Gomito manejó el partido. |
Lo que quedaba por delante era algún posible embate del equipo del Sur (que nunca llegaría) y saber cerrarlo, como en el torneo ante el mismo rival. Eso fue sucediendo con el correr del reloj, al igual que otra situación que ya se había generado con Morón y Sarmiento, en menor medida: despilfarrar goles.
Así el local pudo aumentar, no una ni dos, sino tres veces el marcador, encargándose de agigantar la figura del portero visitante. Tanto fue el Torito que consiguió algo inédito: doble amarilla para Vega y segundo penal a favor de la tarde, cuando hacia una ronda que no nos otorgaban un penal, nos dieron dos. Fue Leo Carboni para seguir de racha pero el travesaño le dijo no.
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Carboni festeja el de la goleada. |
Si, hasta ese lujo pudo darse el equipo. Adentro Vinaccia para ovacionar a Scifo (la más grande que recibió desde su debut), lo mismo que en los ingresos de Petrovelli y Lago, para quemarse las manos por Gómez y Testa. Pero el Verde estaba empecinado y siguió yendo al frente, como un toro malo.
Y cuando parecía que nada más quedaba, se armó por izquierda, Petro habilitó al tanque y ahora así, mufa afuera, pelota adentro: golazo de derecha para decorar la goleada.
Ahora si, nada más por decir, mucho por jugar, equipo entero y mucha fe en estos jugadores para lo que se viene. La semi se define de local también por la derrota del Tricolor de zona Norte y hay material para llegar más lejos. Por ahora, no mucho más que eso, porque queda demasiado por recorrer y hay que manejar las ansias.
O si, algo más hay: gracias por tanto fútbol Chicago.
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El gol de Caceres, el comienzo de otra alegría en Mataderos. |
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