Foto: Gonzalo Mimendez (Prensa Chicago)
La última función no supo evitar el bochorno del resultado final. Si quedaba alguna esperanza de ver algún signo vital en este paupérrimo desempeño del Verde en la primera mitad del torneo, la realidad se encargó de abolirla por completo. Lo único que se ganó en la tarde de Rafaela fue el mote justificado de "peor equipo del campeonato".
Faltaba más. En 15 encuentros diputados, la pobre cosecha fue de 7 goles a favor -el último, en la fecha 8- y 22 en contra, seis empates, nueve derrotas, último en la tabla de posiciones y promedios, 672 sin besar la red contraria. Números incontrastables.
El receso, sin vacaciones por decisión dirigencial, no sólo deberá traer nuevos vientos, sino que es el mejor momento para parar la pelota y pensar en serio en lo que viene que, sin ser fatalistas, parece ser cosa juzgada.
Porque es verdad que Chicago no liga -el gol de Gazale adelantado fue por centímetros, el de Bastia de otro partido y el penal pudo obviarse, como se obviaron las manos en el área local- pero a la suerte hay que ayudarla. Y este conjunto que nunca supo ser equipo, no tiene idea de como tentarla.
Forestello, el tercer "salvador" en este ciclo, no supo tomar nota de los errores de sus antecesores y mandó a la cancha a jugadores que ya tienen la salida comprada, como lo son Aveldaño, Benavidez y Defederico, por citar algunos. Esto, para dejar en el banco a otros con sus limitaciones, como pueden serlo Galarza, Lemos o Puch, han demostrado hambre de superación.
Ya sabemos, sin hambre no se come y este equipo carece del mismo pero le brinda una panzada al rival que sea. Incluso a un Rafaela que apenas ostentaba una victoria más que nosotros antes del encuentro de ayer.
Entonces, ¿por qué no barajar y dar de nuevo? Las cosas salieron decididamente mal pero aún hay tiempo para salvar la ropa aunque quizás ya no la categoría.
Lo que sucede es que estos jugadores en nada representan a la esencia de Chicago y ahí es donde reside el mal mayor. Uno puede no ganar, no hacer goles, no inquietar al rival. Lo que no se puede es no salir con la cabeza alta.
Ayer, como contra Temperley, apenas zafaron los mismos que el sábado pasado: Sanchez, Ruiz, Baldunciel y en menor medida, De La Fuente. No por hacer algo deslumbrante, sino por vergüenza deportiva, por seguir intentando en la mala. Eso es lo que debe plantearse de acá en más.
Basta de nombres que son sólo eso. Es tiempo de darle lugar a jugadores que, sientan o no identificación con el club, entiendan de que se trata esto. De jugar -porque al fin y al cabo es un juego- con compromiso, con todas las armas que uno tenga a su alcance, sin guardarse nada. Con eso, el hincha se brindará como siempre, sin pedir mucho más.
Entonces, este parate se transforma en clave. Ojalá este en manos de quienes dirigen este desconcierto el tomar las medidas necesarias para dar vuelta el rumbo y agradecerles, con una palmada gentil, a todos aquellos que pasaron por Chicago porque no había nada mejor a su alcance. Para en su lugar, darle paso a aquellos que se desviven por intentar superarse, por plantarse ante la adversidad y seguir luchando.
Solo de esa manera se llegara al piso y se intentará resurgir. De no ser así, todavía podremos esperar más desazón y más fuerte será la caída.
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